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viernes, 1 de mayo de 2020

COMO MAESTRO DE ESPÍRITU Y FUNDADOR

COMO MAESTRO DE ESPÍRITU Y FUNDADOR

Consciente de la obligación que había tomado, volvió a reunir en un cenáculo franciscano a sus primeras franciscanas, apartándolas del mundo, trata de encauzarlas y enseñarles algo nuevo, les entrega un reglamento y las invita a cumplirlo. Les enseña que la consagración, una vez emitida, hay que practicarla; este reglamento señalaba las reglas para emplear y santificar los días, las semanas, los instantes.



La finalidad que tuvo nuestro padre al fundarnos fue:

1º. Que fuera un instituto de perfección.

2º. Inspirado por el Señor, “prepararse para cultivar la viña del Señor destrozada” por las leyes de Reforma.

El espíritu franciscano que invita a toda criatura a la alegría, al gozo, porque grande es el amor con que Dios ha amado a todos los seres, pero en especial al hombre, tiene su expresión más significativa la noche de la Navidad que conmemora la manifestación histórica del amor de Dios al hombre. Consciente de esta maravilla nuestro Padre Refugito predica a sus hijas desbordante de alegría y las invita a alegrarse en el Señor, reconociendo todos los estados posibles de las almas religiosas, las invita a acercarse a la cueva de Belén, tanto a las inocentes como a las pecadoras, a las tibias como a las tentadas, a las tristes como a las turbadas, a alegrarse, que es la única manera franciscana de celebrar la Navidad.

Era vigilante, invitaba a sus hijas a no buscar el consuelo en las personas, sino únicamente en Dios.

Conocedor de todas las trampas del demonio, les enseñaba que se dedicaran al servicio de Dios, que se prepararan para la prueba. Aconsejaba que cuando sean tentadas recuerden que, aunque Cristo está dormido en la barca, está con ellas, y para salir de la tentación les recomendaba una sincera confianza en Dios, porque El mismo ha prometido tener protección de aquellos que ponen en El toda su esperanza.

Les pedía la correspondencia al llamamiento de Dios, ya que la gracia de Dios tiene sus principios, progresos y término. Les recomendaba el buen ejemplo de unas para con otras y paso a paso dirigía a sus hijas por el camino de la perfección.

Convencido, cree necesario que para hacer oración hay necesidad de un método, el cual creemos que sí se los enseñó a sus primeras hijas. Les aconsejaba la práctica de varias virtudes entre las que se destacan la caridad, la práctica de obras de misericordia tanto espirituales como corporales, y que cuando tuvieran ira, la apagaran con el agua de la paciencia; la caridad la comparaba con el sol que da luz, vida y calor a la naturaleza. Que la caridad ocupará su lugar cuando nuestro corazón esté vacío de nosotras mismas, del amor a las comodidades, de las propias satisfacciones y nuestras propias ventajas. La caridad hace nacer en nosotras la santidad, con ella crece, llega a ser grande, perfecta, hasta tener su culminación en la gloria. La caridad levanta nuestra voluntad a amar a Dios sobre todas las cosas, por sí mismo y por el mérito que tiene de ser amando, toda la esencia de la caridad se halla en estas palabras, no puede tener otro objeto que el mismo Dios: “Es propio del amor el convertir el amante en la persona amada, de manera que venga a ser ésta, por el afecto, cual aquella en el efecto”. La caridad es una verdadera amistad con Dios porque el amor mutuo que es indispensablemente un requisito para la verdadera amistad se halla en la caridad, pues quien la posee ama a Dios y es amado del mismo Dios.

La amistad entre Dios y el alma, fundado en la caridad, se comienza en la vida presente para continuarla en la otra con perfección, con razón esta amistad es el objeto de nuestros desvelos.

Referente a la humildad, les aconsejaba sufrir en silencio las reprensiones, que pusieran su confianza sincera después de Dios, en los siguientes grados de humildad:


1º. Tenerse en poco.

2º. Sufrir con paciencia cuando nos humillen.

3º. Sufrir con amor las humillaciones y desearlas.

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